Son las ocho de la mañana de un frío día de finales de febrero en un recóndito coto de la provincia de Cuenca. Rufino, el guarda, lleva ya un rato preparando las migas y Víctor, el gestor, llegó hace un momento y anda dando vueltas a varios mapas del coto junto con José, el presidente. Poco a poco van llegando los cazadores, pero no se ven armas, municiones y tampoco perros. Hay menos nervios de lo habitual pero rápido se forman los típicos corrillos. Se trata del “censo anual de primavera” en el que colaboran socios y amigos del coto.
Víctor explica con detalle cómo se va a realizar el censo. En un día se pretenden batir 2.000 hectáreas de terreno contando con 40 personas mediante el método de batida en mano, cubriendo un total de seis cuarteles. Se formarán cinco cuadrillas, con un jefe en cada una de ellas que portará un mapa cartográfico para ir apuntando la caza que se va levantando. A poder ser, deberán “cantarse” las perdices cuando salen y no cuando viene voladas de otro sitio. Habrá que hacer un poco de ruido, pero tampoco mucho ¡a ver si vamos a echar la caza del coto! A su vez, varios socios ya mayorcitos se quedarán apostados en lugares estratégicos para registrar lo que se va viendo. Hay sospechas de que rondan varios corzos, dos piaras de jabalíes e incluso algún ciervo, pero no está nada claro.
Poco a poco se van batiendo los cuarteles y a media mañana los jefes de cuadrilla intercambian información al calor del taco. Se han visto varias parejas de perdices, algún bando que no acaba de romperse, liebres en las zonas habituales y conejos en menor medida que otras ocasiones. Desde las “atalayas” se han avistado tres zorros pero de caza mayor nada de nada. El día transcurre y gracias a la climatología favorable se va censando bien todo lo que sale. En algún momento hay confusión por contar varias veces el mismo conejo y los más “pajareros” han discutido por si aquella rapaz que salió a lo lejos era el “Gran Duque”. Con el atardecer el censo toca a su fin y los jefes de cuadrilla se reúnen con Víctor para aclarar todas las anotaciones en los mapas cartográficos. El gestor apunta todo bien y más tarde utilizará el programa informático para poder obtener las conclusiones que había intuido conforme la temporada de caza había ido avanzando: hay muy poca perdiz y el conejo ha desaparecido en cuarteles favorables. De la caza mayor nada se sabe, habrá que seguir intentándolo.
Víctor convoca un “gabinete de crisis” y se reúne con Rufino y José. Contando de nuevo con los cazadores, acuerdan “mimar” las zonas de cría de la perdiz y solicitar un permiso para translocar conejos. El coto aprueba un presupuesto para comprar más lindes y poner al día los bebederos y comederos, “allá donde hemos visto una pareja de perdices, pondremos un comedero de manera discreta”, sugiere Víctor.
El tiempo ha pasado y como quien no quiere la cosa nos hemos plantado a finales de mayo. Las perdices ya no se dejan ver y los conejos más esquivos de lo normal, quizás por el crecimiento de la vegetación. Víctor decide realizar un índice de abundancia de conejos basándose en las cagarrutas encontradas en las zonas con más vivares, incluidos los lugares en los que se han realizado las translocaciones. Con la ayuda de Rufino se patean casi 10 kilómetros en una semana y con los resultados en la mano parece que el conejo sigue flojo y le cuesta criar, “me temo que habrá que limitar la caza este año”, dice Víctor por lo bajo…
A mediados de junio Rufino telefonea a Víctor y exclama, “¡ya he visto perdigones, así que vente para acá!” Víctor aguarda unos días y planifica un censo aprovechando la red de caminos del coto, realizando un transecto utilizando el coche. Provistos de prismáticos, gestor, guarda, presidente y otro voluntario se citan al alba para recorrer los 25 kilómetros de caminos transitables. El objetivo es contar todas las perdices que se vean a ambos lados de los caminos, prestando especial atención a los perdigones. Yendo muy despacito las nuevas polladas no tardan en avistarse y aunque no son muchas son bastante numerosas. Además, se han visto más en aquellas zonas en la que se hicieron las mejoras, “bueno, bueno, ¿entonces no lo hemos hecho tan mal este año, no?”, sugiere el presidente.
Aunque se ha hecho una buena faena, Víctor no se queda nada satisfecho y necesita saber más de las poblaciones de caza, tanto menor como mayor que hay en el coto, “caballeros, con estos datos no podemos planificar capturas como Dios manda para la temporada que viene”.
Desde hace tiempo Víctor utiliza el fototrampeo, una herramienta novedosa aunque no siempre fácil de manejar. Es muy útil para conocer si hay fauna silvestre en lugares concretos y evidentemente puede servir para censar. Con mucha discreción Víctor coloca varias cámaras en comederos y bebederos, así como en lugares con mucha muestra de corzo y jabalí. En apenas unas semanas Víctor va “descubriendo” cómo las polladas de perdices visitan los bebederos, así como conejos y alguna liebre “despistada”. En los comederos no hay mucho movimiento, salvo las urracas y ratones que se lo pasan pipa. Para rematar la faena, Víctor descubre al corzo, un macho joven y una buena piara de jabalíes, ¡que por poco se llevan por delante a la cámara de fototrampeo!
Al final de verano, el “censo anual” se repite a pequeña escala para contar el tamaño de las polladas utilizando el coche y recorriendo los caminos, así como el índice de abundancia de los conejos. Ahora, después de toda esta faena Víctor ya se hace una idea de cómo planificar las capturas de la próxima temporada, de cómo fueron las mejoras realizadas y así comparar con los resultados de años anteriores. Además, podrá planificar mejor el aprovechamiento de caza mayor, que podría ser un atractivo más para el coto. La tendencia después de varios años es al alza.
Los censos son una de las tareas más importantes a lo largo del año en nuestros cotos, pero lamentablemente en pocos se les presta la atención merecida. Sin un buen gestor, voluntad por parte de todos y sin realizar técnicas no muy difíciles de llevar a cabo como las mencionadas, gestionar no es gestionar, sino “dar palos de ciego”. Como suele pasar en tantas cosas, las cosas que parecen ser más insignificantes son, a la larga, las más importantes para el devenir de nuestro coto.
Con este artículo hemos pretendido recrear la que debería ser la realidad de muchos cotos de caza durante esta época. Describimos de manera sencilla y cercana algunos de los principales métodos de censo que tenemos a nuestra disposición para apoyar una adecuada gestión de nuestros terrenos y evitar las desagradables sorpresas que, habitualmente, nos encontramos al comienzo de la temporada.
Un buen cazador debe cazar todo el año, pero como apuntamos aquí, no siempre con escopeta, en ocasiones se caza con prismáticos, con comederos o bebederos o, incluso, haciendo una merienda de confraternidad con todos los socios, porque cazar no es solo matar como algunos quieren hacer creer y en nuestra mano está cambiar esta idea, así que manos a la obra.