Es bien conocido por todos que el conejo de monte es una de las especies reinas de la caza menor en España, junto con la perdiz roja. Además, es también sabido que su situación es ciertamente irregular, mientras en unas zonas escasea poniendo incluso en peligro la práctica cinegética, en otros lugares abunda hasta llegar a límites muchas veces sorprendentes, generando verdaderas plagas que acaban con cultivos e infraestructuras causando daños millonarios. En comarcas como Requena-Utiel se estima que la población de conejo de monte es cuatro veces mayor a la normal y que sería necesaria una presión cinegética 15 veces mayor a la actual para devolver a cifras "normales" la densidad poblacional.
Hace unos días leíamos una noticia en la que se indicaba que el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) ha adjudicado el control de la plaga de conejos, que afectan a las líneas de alta velocidad que salen de Madrid, por un importe de 424.000 euros para dos temporadas incluida toda la primavera de 2013.
Por otro lado, la Comunidad Valenciana ha autorizado la caza con hurón para evitar daños, sobre todo en las viñas. Según el criterio de algunos técnicos se trata de las fechas más adecuadas para un control eficiente, puesto que según señalan, "los brotes de la vid no están desarrollados".
Estos dos son algunos de los ejemplos de los problemas que se generan y el coste que supone su resolución o al menos la compensación de los mismos a agricultores y otros afectados.
A la vista de todo esto es urgente reflexionar, de forma seria, sobre la gestión de una especie tan importante como el conejo en nuestro país y contar con expertos que, de verdad, aborden el tema con rigor y, sobre todo, sentido común. Con la que está cayendo, no podemos permitirnos el lujo de que varios miles o millones de euros de dinero público se vayan a parar a una actividad por la que, seguramente, muchos pagaríamos por practicar o, de la que se podría obtener interesantes beneficios con una adecuada gestión de los animales capturados, para su empleo en repoblaciones o refuerzos poblacionales en zonas donde apenas quedan conejos, eso si, siempre con los controles veterinarios necesarios que garanticen una impecable calidad sanitaria, genética... de los animales.
Por otro lado, también es prioritario analizar más profundamente cual es el momento adecuado para ejercer una presión cinegética efectiva sobre las poblaciones de conejos para paliar los daños y controlar las superpoblaciones. Desde luego que, en estos casos extremos, la primavera no es el momento, porque la explosión demográfica se ha producido ya. Sería mucho mejor intensificar la caza y, sobre todo, la gestión, en invierno, porque al cazar reproductores en lugar de animales jóvenes estaremos controlando mucho mejor la cría de la temporada siguiente.
En cualquier caso las conclusiones finales serían que el trabajo y la gestión deberían ir de la mano entre la administración y los cazadores, que pocas veces son tenidos en cuenta salvo cuando el problema está ya instaurado. Por otro lado, seguramente con mucho menos de lo que cuestan estas actuaciones de emergencia, se podrían financiar actuaciones de investigación, control y translocación en las épocas adecuadas que serían más efectivas.