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De pardas y rubias

09 December 2011

Todos los años nos llegan noticias de perdices pardillas cazadas e incautadas por el SEPRONA o los Agentes Medioambientales. El pasado hubo un sonado caso en León y hace unos días supimos de un suceso similar en Sanabria (Zamora). Hay que recordar que, salvo en Cataluña, no está permitida su caza y por tanto abatirlas es ilegal, con cuantiosas sanciones para los que no cumplan la ley, además de reforzar la mala imágen que, en general, tiene la actividad en la sociedad.

Es posible que antes de la prohibición unos cientos (o miles) de cazadores practicaran la caza de la pardilla en las montañas cantábricas e ibéricas. Escuchar las andanzas de estos cazadores es un deleite que nadie debiera perderse: caza auténtica, dura y apasionante, perros de muestra dando lo mejor de sí, parajes de gran belleza, querencias y muchos recuerdos. Hoy, los cazadores que patean las sierras de Galicia, Zamora, León, Palencia, Asturias, Cantabria, Burgos, La Rioja y Soria recuerdan con cariño y nostalgia los “días de gloria” y lamentan el deterioro manifiesto del hábitat, “aquellas praderinas de montaña y brezales que tan buenos eran para la parda”, se dice en León. Hoy pinos y más pinos en pro de la reforestación.

Cada vez que se abaten pardillas surge de nuevo la polémica sobre si se hizo bien prohibiéndolas y cómo ha repercutido eso en la especie. Algunos medios de especializados de comunicación, como TROFEO de manos de su director José Ignacio Ñudi, ya mencionaron el tema a colación del fallido intento de prohibir la caza de la pardilla en Cataluña, que finalmente no se produjo. Se prohibió cazar pardillas, pero las incógnitas siguen ahí y la evolución de las poblaciones, aparentemente, no ha mejorado a pesar de no cazar.

La primera incógnita, por tanto, es la situación y evolución de esas poblaciones desde la prohibición de la caza, a finales de los años noventa. Aunque se realizó un informe en Castilla y León al respecto, pasada más de una década no hay una idea general de la situación en todo el área de distribución a día de hoy, ¿cuántas pardas quedan, dónde están, qué factores les afectan realmente habiéndose prohibido la caza? Algunos Servicios Territoriales de Medio Ambiente desde Castilla y León y la Rioja han realizado interesantes investigaciones y aportaciones para una gestión sostenible, destacando los de Soria y Zamora. Se han señalado directamente los efectos negativos del deterioro del hábitat y esto nos enlaza con la segunda incógnita, ¿sería posible recuperar de forma eficaz los hábitats favorables para la pardilla y otra fauna de montaña? Mucho nos tememos que, por ahora, no va ser posible resolver ambas cuestiones, especialmente la segunda porque habría que eliminar muchas hectáreas de pino.

Las pardas comparten hábitat en muchos lugares con las “rubias” (perdices rojas) y de hecho, algunas investigaciones citan la “convivencia” entre ambas especies en entornos de montaña. Hoy, cuando la rubia silvestre está en peligro, deberíamos preguntarnos si la situación de la parda es premonitoria de lo que puede pasar con otras especies cinegéticas. En Reino Unido, la pardilla estuvo a punto de ser sacada del listado de especies de caza porque no había un número suficiente de animales para garantizar una caza sostenible. Los británicos se espabilaron e incrementaron la gestión, hasta lograr que su caza siga siendo posible y la especie no corra peligro allí. Ojala algún día podamos volver a cazar pardas y rubias en las montañas: eso querrá decir que su estado de conservación es excelente, pero mientras tanto, tengamos cuidado y sigamos trabajando para que esto algún día pueda suceder.


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