Cerrada la caza y ya con la primavera entrada, es momento de cambiar la escopeta y el perro por los prismáticos y la cámara fotográfica. Si el tiempo acompaña, un paseo "pajarero" (también llamado turismo ornitológico) nos puede deparar una buena mañana en nuestro coto. Posiblemente, muchas de las especies las conoceremos pero otras nos serán desconocidas y tendremos que echar mano de una guía de aves para saber de qué especie se trata.
Todo esto suena muy bien, pero la cruda realidad es que en buena parte de nuestros cotos hemos perdido mucha diversidad de aves y especies que antes eran comunes, simplemente han desaparecido. Como en las especies de caza, la mayoría de estudios apunta que los cambios de hábitat y usos agrícolas y forestales han sido fatales, pero también otros factores asociados al hombre.
¿Y por qué han de importarnos las calandrias, los sisones, las avutardas, los cernícalos, las abubillas, el petirrojo o los alcaravanes? Pues porque son un signo claro de que nuestro coto es respetuoso con el ecosistema y es posible que la gestión cinegética está beneficiando a especies que no lo son. Por lo tanto, la cuestión no es "cómo hacer que la caza no perjudique a la biodiversidad" sino "cómo hacer que la caza beneficie a la biodiversidad".
Recordamos aquí con la reflexión que el Dr Jesús Duarte (que ha estudiado a fondo la perdiz roja) nos ofreció durante su entrevista meses atrás, "Cuando yo era un chaval salía al campo a pasear y ver pájaros, las veredas eran una alegría. Te cruzabas con conejos constantemente, las perdices casi te asustaban con su vuelo fuerte y de improviso, los mochuelos maullaban en el olivar y los veías siempre posados en una peña que todos sabíamos que era la peña del mochuelo... Todo eso se ha perdido. A penas si queda en pie la peña del mochuelo, sin mochuelo por supuesto. Me gustaría que la alegría volviera al campo".