Resulta paradójico que en unos lugares el conejo de monte sea un problema por su abundancia y en otros por su escasez. En las últimas semanas nos llegan noticias de agricultores sufriendo "plagas" de conejo y otras que confirman la muerte de hambre de águilas imperiales por no haber conejo. Por desgracia, ninguna de estas noticias es nueva.
Durante los últimos años se han realizado numerosas investigaciones sobre la conservación del conejo de monte, habida cuenta de que no sólo grandes depredadores viven de él, sino un amplio rango de especies animales y vegetales. Y también, un gran número de sociedades de cazadores y la Administración han invertido tiempo y dinero en intentar frenar la situación, con mejor o peor suerte.
Sí parece claro que allá donde haya conejos, hay que "mimarlos", dado que un año puede ser plaga y al siguiente, desaparecer. Miguel Delibes-Mateos y su equipo, en uno de sus numerosos estudios sobre el tema, apunta al cuidado del hábitat como el pilar básico para la conservación de la especie, especialmente en cotos en los que no hay mucho conejo y los depredadores están "hambrientos". Cuando la plaga es un problema y no hay que alimentar a estos depredadores, es evidente que hay que controlar los conejos, pero NO exterminarlos.
En resumen, antes de tomar decisiones hay que darse una buena vuelta por el campo para entender la situación, porque el daño, en uno u otro sentido, puede ser irreparable.
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