Ciencia y Caza

Otra temporada más que acaba y, como desde hace varios años a esta parte, nos inunda una terrible sensación de impotencia, desasosiego, malestar e incertidumbre ante el devenir de nuestro emblema cinegético en lo que a la menor se refiere, la perdiz roja española.

Una especie que en otras épocas era pretendida por muchos y encontrada por todos, que tenía su abundancia y calidad como bandera y, sobre todo, que daba fama cinegética a nuestro país por su bravura y nobleza en el lance.

Eso ha pasado, es historia y la situación actual, por desgracia, es evidentemente la contraria, las patirrojas silvestres son cada vez más escasas y, en muchos casos ya, ausentes casi por completo. Cuesta un triunfo no ya llegar a los cupos establecidos en cada coto, sino lograr abatir un ejemplar o avistar un bando en condiciones.

La situación es alarmante y salvo pequeños intentos de actuación, dificultados por la desunión del sector y la falta de interés, pocos son los que trabajan de verdad para intentar revertir o al menos detener a corto plazo este declive progresivo, más allá de barras de bar tras un día de monte más que de caza.

Casi siempre oímos lo mismo, la perdiz desaparece porque está mal gestionada, porque se caza en exceso, porque se deteriora el hábitat con prácticas agrícolas y forestales agresivas, porque la caza mayor está creciendo exageradamente en muchas zonas, al igual que otros predadores como los gatos asilvestrados, o hasta incluso que el propio cambio climático está influyendo en muchos problemas de reproducción de la especie.

Es verdad, la recesión de la perdiz roja en España se debe a éstas y, seguramente, a algunas otras causas que seguro a muchos les vienen a la cabeza. Sin embargo, ahora la pregunta ya no debe ser cuáles son las causas del declive, porque parecen evidentes, sino ¿qué podemos hacer para cambiarlo?

Como hemos dicho al principio parece que las acciones en grupo y masivas no van con el colectivo cazador, por desgracia uno de los más desunidos, y no nos gustan, salvo excepciones, unirnos a una causa común o establecer acuerdos con los vecinos de Provincia o Comunidad Autónoma para realizar una gestión integral de la especie, que seguro sería el fin de muchos de los problemas. Podemos incluso llegar a asumir esta realidad, no acordemos nada con ellos, ni siquiera con los del pueblo de al lado, pero debemos tener claro que o hacemos algo entre todos o estaremos privando a nuestros hijos y, seguramente, a nuestros nietos también de la práctica de una de las más bellas modalidades cinegéticas y emblema de la caza en España, la caza de la perdiz roja pura y autóctona al salto.

Aunque sólo sea por esta razón y desde un punto de vista egoísta, es conveniente que intentemos hacer algo para evitarlo. No pretendamos llegar a acuerdos con Bruselas, ni siquiera con el Ministerio de Agricultura, ni incluso con la Administración Regional, trabajemos en nuestro coto, con nuestros vecinos, cazadores, agricultores, ganaderos y gente del campo en general para alcanzar un objetivo común que a medio plazo nos beneficiará a todos. Planteemos medidas concretas, tangibles, constantes, realistas, progresivas y, sobre todo, adaptadas al medio donde cazamos nosotros, que puede ser muy diferente al de unos kilómetros a la redonda. Trabajemos con objetivos, como las empresas de éxito, llegando a acuerdos serios, equilibrados y entendiendo la postura de cada una de las partes.

¿Utópico? Puede que sí, pero su ejecución dependerá de nosotros y no de terceros, ni de políticos, ni de forasteros que quieran darnos consejos y sacarnos los cuartos. Trabajar en grupo es difícil, encontrar a técnicos locales que conozcan el terreno y las carencias no es sencillo, pero seguramente será más fácil llegar a un trato tomando un vino en el bar de tú pueblo que en el Congreso de los Diputados.