Hace algunas fechas leíamos con preocupación los resultados de un estudio que se realizó entre escolares argentinos que indicaba que los niños de entre 7 y 18 años de ese país conocían más especies de animales y plantas foráneos que autóctonos.
La preocupación no es tanto porque suceda esto en Argentina sino porque, reflexionando, si hiciésemos algo parecido en España, probablemente los resultados serían iguales o peores y, más si cabe, si ampliásemos la edad a niños aún más pequeños.
¿Qué esta pasando? ¿Por qué los más pequeños se encuentran en esta situación? Probablemente porque las sociedades "modernas" están "evolucionando" hacia un aislamiento urbano desde las zonas rurales.
Antes, casi todos, pasábamos los veranos en el pueblo rodeados de gallinas, perros y ovejas. Y, en lo que al ámbito cinegético se refiere, raro era el que no tenía un padre, tío, abuelo o vecino cazador que traía un conejillo, codorniz o tórtola de vez en cuando para que lo pudiéramos ver, conocer y, sobre todo, degustar.
Parece que ahora somos más "sensibles" y eso de que nuestros niños conozcan a los animales de aquí y sobre todo si es a través de la caza, es un pecado mortal. Y no solo esto, no vayamos a contarle a nuestros pequeños que para comer un chorizo hay que matar al cerdo...
En esta línea, algunas Delegaciones Territoriales de la Federación Española de Caza e incluso Sociedades de Cazadores a título particular intentan y, por suerte, algunas lo consiguen, organizar programas educativos, actividades y jornadas para que nuestros niños conozcan las especies de caza de aquí, las plantas, los ecosistemas... en definitiva, nuestro medio ambiente.
Por desgracia, estos intentos, además de las limitaciones económicas que siempre tienen, casi siempre van de la mano de críticas, denuncias y no se cuantas patrañas más, auspiciadas por grupos de "oportunistas", perdón "ecologistas", que se rasgan las vestiduras cuando hablamos de caza y prefieren tener en su casa a un perro "maltratado" con un abriguito de cuadros y dándole de comer espinacas o mantener una tortuga de florida que, cuando se cansen de ella, en lugar de devolverla a algún centro o sacrificarla, liberarán en cualquier río o embalse de nuestro país para que se coma todas nuestras especies de peces autóctonas.
Ojalá que, al menos, la crisis económica que nos azota devuelva ideas y sentido común y regreso a los pueblos y a la caza y a las tradiciones... será para bien de generaciones futuras.