Comienza una nueva temporada cinegética y a nuestra disposición se presentan unos manjares que no todos saben apreciar. Solomillos de venado, chuletas de jabalí, pechugas de perdiz o muslos de pato son solo algunos ejemplos de lo que el campo y la caza nos ofrecen.
La carne de nuestras especies cinegéticas, con más de 20 millones de kg brutos anuales, valorados en más de 70 millones de euros, criada de forma natural y alimentada con inmejorables productos, en entornos privilegiados, se alza como un patrimonio que debemos cuidar, considerar y disfrutar.
Son muchos los que, por el contrario, rechazan carnes que dicen “fuertes” y “oscuras”, o simplemente, “procedentes de una práctica que no aceptan”, a pesar de ser una actividad milenaria, intrínsecamente ligada a la evolución humana desde sus orígenes, que juega un papel social, económico y medioambiental indiscutible.
No se dan cuenta, por tanto, de que, ante ellos, tienen la oportunidad de alimentarse de forma saludable, con carnes bajas en grasas nocivas y colesterol, ricas en vitaminas y libres de residuos. En definitiva, un alimento que muchos médicos y nutricionistas recomiendan ya y otros lo harían de no ser por tabúes injustificados de una sociedad cada vez más urbanita e intolerante.
Incluso, los propios cazadores, sobre todo en lo que respecta a la caza mayor, en ocasiones consideran la carne de las reses abatidas como un subproducto que se abandona en el campo, siendo lo único que importa el trofeo y el propio lance, sin tener en cuenta que, bien gestionada, podría ser un gran complemento a la propia actividad.
A pesar de todo, por suerte, son muchos los grandes cocineros que incorporan a sus cartas platos elaborados con este producto de calidad, haciendo que ocupe el lugar destacado que nunca debió perder en nuestras mesas.
Además de este apoyo fundamental, otras iniciativas como la creación de una marca que reconozca esta calidad y que se están llevando a cabo ya por entidades como APROCA (Asociación de Propietarios Rurales para la Gestión Cinegética y la Conservación del Medio Ambiente) en Castilla la Mancha o la consolidación de la Asociación Interprofesional de la Carne de Caza (ASICCAZA) son herramientas fundamentales para alcanzar estos objetivos.
Por último, deben ser los propios cazadores los que valoren este recurso y lo promocionen en una sociedad que aún debe entender una actividad que habitualmente cuenta con una imagen negativa.