Hace unos días leíamos con preocupación una noticia sobre un brote de leishmaniosis humana detectado en Fuenlabrada y alrededores. En esa noticia se señalaba que la “superpoblación” de liebres en la zona favorecía este aumento de casos, planteando una captura de ejemplares mediante el empleo de redes y sacrificio de los animales capturados.
Se trata de una situación bastante grave por varios motivos. El primero es desde un punto de vista de salud pública, porque nos encontramos ante el mayor brote de esta enfermedad registrado en personas en nuestro país. Por otra parte, afecta a una zona muy poblada y transitada, por lo que es altamente probable que, de no abordar medidas adecuadas pronto, el número de casos incrementará. Además, se considera como responsable a una especie cinegética, la liebre ibérica, aspecto que nos afecta de forma directa y que por eso abordamos en esta nota. Creemos que sería necesario abordar el tema más profundamente y evitar generar un rechazo social innecesario a un animal que bastantes problemas ha tenido ya con la tularemia y otros procesos.
La leishmaniosis es una enfermedad parasitaria provocada por protozoos del género Leishmania. Puede afectar a numerosas especies de mamíferos y también al hombre y se transmite, principalmente, por mosquitos flebotomos. Estos mosquitos son abundantes en zonas de aguas estancadas, vegetación en descomposición y temperaturas suaves, condiciones que pueden aparecer ya en prácticamente toda la Península (hasta hace unos años, este proceso se consideraba prácticamente testimonial y era solo frecuente en zonas del sur).
Mientras que los casos en humanos, hasta el momento, eran muy escasos en España, si es habitual, cada vez más, encontrar perros afectados por el proceso. Cursa en ellos sin síntomas en un primer momento y, posteriormente, provoca adelgazamiento, debilidad, atrofia muscular progresiva, lesiones cutáneas que no cicatrizan, algunas hemorragias, inflamación de ganglios... en forma variable, llegando a causar la muerte. Además, hay que destacar que los tratamientos son muy complejos, largos y costosos.
Nos encontramos por tanto ante un panorama preocupante que debemos abordar con rigor pero sin caer en alarmismos excesivos, como casi siempre sucede cuando se trata de enfermedades poco "habituales". Es fundamental no utilizar además a la liebre como cabeza de turco como hemos apuntado ya. A pesar de encontrarse en condiciones favorables en la zona, probablemente haya otras muchas especies mucho más abundantes que ella y con mayores posibilidades de relacionarse de forma más directa con los mosquitos vectores del proceso, con los perros o con las personas afectadas. Por eso, es esencial muestrear para conocer otros reservorios reales de la enfermedad, así como que condiciones ambientales favorecen el proceso y como se podrían modificar, antes de plantear el sacrificio de una especie concreta.
En ese sentido, ratas, ratones, zorros, ardillas... o, incluso, gatos asilvestrados que, por desgracia, son cada vez más abundantes en nuestros campos y ciudades y que muchos insensatos alimentan indiscriminadamente pensando que están haciendo una gran labor humanitaria, pueden tener mucho que decir en este brote.
Probablemente la crisis sea también un poco responsable de esta situación, porque los fondos dedicados a investigación están bajando notablemente y eso hace que no se disponga de medios suficientes para abordar con rigor estos complejos estudios, teniendo que recurrir a medidas generalistas que, seguramente, no tengan muchos resultados.