Continuando con el artículo anterior, en lo que a la mayor se refiere podríamos apuntar lo siguiente:
Como siempre la diferencia de resultados la van a marcar un año más los esfuerzos de gestión previos de fincas y cotos.
A pesar de la tendencia general en especies como el jabalí que es evidentemente al alza, hay que tener en cuenta que, por suerte, pocos vamos ya al monte a por carne y que aspiramos a un poco más, un lance bonito, una experiencia inolvidable y, sobre todo, si es posible, un trofeo digno. En este sentido y teniendo de nuevo en cuenta que no es fácil generalizar, si seguimos realizando un aprovechamiento tan intensivo e indiscriminado a lo largo del año, principalmente en cotos sociales abiertos, será difícil disfrutar de buenas bocas que conservar en tablas dignas de mención. Esperas nocturnas, batidas, ganchos y monterías abusivas hacen que se estén matando muchos ejemplares, adultos y pequeños y, sobre todo, que cuando se trata de modalidades selectivas estemos comprometiendo la aportación genética de calidad de determinados animales que deberían haber sido responsables de buena parte de las camadas de las temporadas siguientes. Lo dicho, tendencia seguramente al alza pero cuando hablamos de calidad probablemente la cosa cambiará, así que cuidado con la gestión.
En el caso del ciervo ibérico la tendencia general de sus poblaciones es también al alza y seguramente podremos disfrutar de una buena temporada cinegética, comenzando ya por la espectacular berrea que se está produciendo en buena parte de nuestra Península. No debemos olvidar sin embargo dos aspectos fundamentales en lo que a la gestión de la especie se refiere y que pueden hacerse extensivos al resto de ungulados cinegéticos ibéricos, que en su mayoría se aprovechan mediante modalidades selectivas. Por un lado, como hemos apuntado en más de uno de nuestros artículos, debemos ser cuidadosos con modalidades como la mencionada berrea y sobre todo en ese momento del año porque si siempre abatimos a los mejores y no damos oportunidad de que se reproduzcan adecuadamente iremos empobreciendo la genética de nuestras poblaciones y obteniendo un evidente efecto negativo en futuros trofeos al dar oportunidades artificiales de reproducirse a machos selectivos o muy jóvenes que nunca lo hubieran podido hacer si no hubiésemos abatido a los mejores. Por otro lado, tampoco debemos olvidar realizar un adecuado aprovechamiento de las hembras, cuya gestión había estado olvidada hasta hace no mucho con la falsa idea de que cuantas más hembras mejor para las poblaciones. Nada más lejos de la realidad, un excesivo número de hembras va a suponer una carga ganadera muy elevada que algunos territorios no pueden asumir, comprometiendo la adecuada alimentación de la población en condiciones naturales, va a favorecer una mayor densidad que puede ser un caldo de cultivo ideal para el mantenimiento y aparición de brotes de enfermedades y, por supuesto, va a perjudicar de forma notable la calidad de las poblaciones al permitir la reproducción de ejemplares que, con un número adecuado de hembras, nunca podría hacerlo. Disfrutemos por tanto de una temporada que se presenta favorable para la especie, pero sin olvidar nunca la gestión que requiere en cada caso.
La tendencia general de otras poblaciones de ungulados de caza mayor, principalmente de montaña, parece ser también favorable y, salvo casos de especial gravedad, como los rebrotes de sarna en Picos de Europa, sus resultados son también prometedores. Será importante estar atentos al rigor invernal y tener preparado un plan de actuación en caso de que las intensas nevadas de la pasada temporada se repita, principalmente con el objetivo de suplementar de alimento determinadas poblaciones que, de otro modo, verán diezmado su censo en pocas semanas.
No debemos olvidar tampoco mencionar a una de las más emblemáticas especies de caza mayor en España, el lobo ibérico, que si bien por el tipo de aprovechamiento cinegético que presenta y el sistema de autorizaciones oficiales para un número concreto de ejemplares que lo regula no da opción a hablar de tendencia cinegética, si conviene analizar la evolución de sus poblaciones en los últimos años, a pesar de las disputas, en ocasiones interesadas, entre ecologistas, ganaderos, administración e, incluso, cazadores. Parece evidente que las poblaciones loberas por excelencia, ubicadas al norte del río Duero gozan en el momento actual de buena salud y cuentan con un crecimiento sostenido, mientras que al sur del Duero la especie se va expandiendo lentamente y recolonizando territorios que desde hace años no contaban con su presencia. El abandono del medio rural y de los aprovechamientos tradicionales del monte son, entre otras, algunas de las principales causas de esta tendencia positiva que requerirá de políticas de gestión serias y responsables en las que los cazadores tendremos que jugar inevitablemente un papel fundamental como ya sucede en los territorios del norte desde siempre, mal que a algunos les pese.
Por último, conviene citar al menos la situación de las grandes fincas cerradas que, a pesar de la crisis económica que no es ajena tampoco a sus propietarios, siguen trabajando para garantizar los resultados esperados por todos aquellos que demandan cazar en ellas.
Sin entrar en el habitual debate de si podemos llamar o no caza a la que se practica en ciertas propiedades, puesto que la oferta existe porque existe la demanda y con eso deberíamos zanjar, al menos a grandes rasgos, la situación, si es necesario pedir, como clientes, como compañeros gestores o cazadores y amantes del campo, a los titulares de estas extensiones profesionalidad y, sobre todo, responsabilidad, evitando el movimientos indiscriminado de animales sin los imprescindibles controles veterinarios que puedan evitar más de un susto, tanto a ellos mismos como a sus vecinos e impidiendo también la introducción de ejemplares centroeuropeos o de otros orígenes, cegados por sus grandes trofeos, porque el daño genético que pueden causar a las poblaciones ibéricas podría ser irreparable en no muchos años y, en este sentido, hay que tener una visión, al menos empresarial, si no ya ambiental, a medio y largo plazo.
¡Buena caza!