De un tiempo a esta parte, el mundo cinegético ha visto como cada vez son más frecuentes los ataques a la caza, especialmente en las redes sociales, donde cualquiera puede opinar sobre cualquier asunto, e incluso nosotros tampoco somos ajenos a estos envites. De otro lado, no son pocos los grupos políticos que critican abiertamente la caza y proponen en sus programas electorales medidas para limitar ciertas prácticas que hasta ahora se han venido realizando.
Tardaríamos mucho en explicar por qué se ha llegado a esto, pero está claro que dos factores son clave en todo este asunto.
El primero está en la cada vez mayor desconexión que la sociedad tiene del mundo rural. En España, cerca del 80% de la población vive en las ciudades, lo cual separa a la gente de ciertos usos tradicionales de los recursos naturales, como la caza. No obstante, la preocupación de la sociedad por la conservación de la biodiversidad en España ha crecido exponencialmente durante las últimas décadas. Por lo tanto, más que una separación del medio natural, podría hablarse de un cambio en la percepción de la naturaleza y el campo, en el que para muchos la caza no tiene cabida.
El segundo está en que al propio sector cinegético le está costando justificarse como actividad de conservación de la biodiversidad y generadora de empleo y riqueza en el mundo rural. Dicho en otras palabras, la sociedad no ve lo que caza está aportando, sino que sólo se le muestra aquello que está "quitando". Las redes sociales hierven con alegatos a favor de la caza, pero escasean iniciativas que muestren lo que se está haciendo bien y sugieran cómo podrían corregirse los problemas actuales (que no son pocos). Quizás hay que cambiar el ordenador y el móvil por las botas de campo y la palabra o, mejor aún, utilizarlos a la vez.
No está todo perdido. La Ciencia producida en España durante los últimos 40 años nos muestra el camino para la solución de muchos problemas. Ahora sólo faltan iniciativas claras para pasar "a la acción".
Hasta que esto suceda, se lo seguiremos poniendo fácil a aquellos que no entienden por qué nuestro corazón late al escuchar el canto de las perdices al alba o el romper de un macareno por el monte.