Fin de semana grande el del 15 de agosto, no sólo por las fiestas de muchos pueblos de nuestra querida "piel de Toro", sino porque para nosotros cazadores el ansiado puente también es sinónimo de madrugones, en muchos casos viajes de muchos kilómetros y sobre todo por el merecido premio del olor a maraños y rastrojos, aún húmedos por el rocío de la mañana y el alegre correteo de nuestros perros en busca de las deseadas y, por desgracia cada vez más escasas, codornices.
Aún a pesar de los malos pronósticos, un año más salimos al campo con la ilusión del principiante y el ánimo de disfrutar de una nueva jornada cinegética en compañía de amigos y perros y, en general, las impresiones en lo que a capturas se refiere fueron de nuevo desalentadoras.
En la mayoría de los territorios tradicionalmente codorniceros los lances y capturas fueron muy reducidas y con pocas perspectivas de cambio para las próximas jornadas. Son muchas las causas, que ya hemos tratado en varias ocasiones, las que han generado esta situación de la especie reina de la media veda. La huidiza codorniz se torna triste protagonista de una historia de reducción sostenida de sus censos, a pesar de que al inicio de la primavera la situación sea bien diferente.
Sin embargo un clima cambiante, tormentas intensas en momentos clave de la biología de la especie, sequías y, sobre todo, una agricultura cada vez más intensiva, no hacen sencilla la estancia de las codornices en nuestros páramos.
La gestión es posible, sí, pero requiere de manos expertas, voluntad y acuerdos serios que permitan recuperar, al menos en parte, aquellas jornadas en las que los lances eran casi continuos desde la salida del sol.