Ciencia y Caza

Hace unos días se celebró en la localidad de Villardeciervos (Zamora) la subasta anual de caza de la Reserva Regional de "La Sierra de la Culebra", uno de los mejores espacios de España en trofeos de ciervo ibérico y de lobo en abierto, con medias anuales que rozan siempre la medalla de oro.

Es un evento que marca el recorrido de la caza mayor durante la temporada en la provincia y, quizás, en buena parte del territorio cinegético español por los precios que allí se alcanzan y el ambiente que se respira. Sin embargo, desde hace un par de años, no es todo lo "alegre" que se desea para este tipo de eventos.

En esta ocasión se subastaban ocho ciervos, cuatro lobos y cinco corzos que, en total, alcanzaron valores de 40.000 euros por los permisos de caza de los ciervos, 17.500 euros por los lobos y 2.500 euros por los corzos. A simple vista pueden parecer cifras elevadas. Sin embargo, si las analizamos con la perspectiva de, tan solo, un par de años, podremos observar que la recaudación ha bajado casi un 50%, quedando lejos los 12000 euros que se llegaba a pagar por algún ejemplar de ciervo años atrás. No solo eso, sino que, además, por primera vez, quedaron desiertos dos ciervos, algo insólito en la Reserva.

¿Qué está pasando?

La verdad es que la respuesta parece clara, la crisis también afecta al sector cinegético y, al igual que muchas orgánicas tienen problemas para cubrir todos los puestos de las monterías que organizan o los tienen que poner a precios muy inferiores a los que venían cobrando años atrás, también en este caso está sucediendo esto.

El dinero no se mueve con tanta facilidad y, probablemente, muchos de los que se subieron al carro cinegético ayudados por el empuje del ladrillo o de otros negocios, vuelven ahora a abandonar una actividad que no era tampoco para ellos una pasión, dejando como herencia unos precios que subieron demasiado y ahora tienen que volver a bajar. Aunque mientras, los sufren tantos que, aún con dificultades, siguen haciendo cábalas para poder seguir disfrutando de la práctica cinegética.

Otra conclusión podría ser que, ayudados por esa situación de interminable crisis, aprovechamos para que estos precios se ajusten. Con la disculpa de la crisis, aunque para algunos la economía siga yendo bien, se negocia hasta el extremo con los que necesitan vender sus precintos o sus puestos, una evolución natural de la ley de la oferta y la demanda que tiene también, probablemente, una pizca de especulación.

Al final, con un poco de aquí y un poco de allá lo único que se consigue es perjudicar a un sector tan maltratado ya como el cinegético. Ojalá revierta esta situación y la caza no se vea más perjudicada por una crisis económica con la que nada tuvo que ver. Más bien al contrario, es un sector que sigue creando puestos de trabajo, manteniendo muchos pueblos y participando muy activamente en el desarrollo rural sostenible del que tanto hablan nuestros políticos.