Ahora que se acerca la media veda y ya solo tenemos la mente puesta en codornices palomas o tórtolas que, a buen seguro, nos van a deleitar con sus lances en las albas y crepúsculos del mes de agosto son muchas las reflexiones que nos van viniendo a la cabeza y una de ellas es porqué las torcaces son cada vez más abundantes en nuestros entornos urbanos.
Son diversos los factores que ayudan a que esta circunstancia se produzca, si bien el fundamental no es otro que la gran capacidad de adaptación de una especie que, como tantas otras, encuentra refugio, alimento y escasa predación en nuestras ciudades y pueblos, caldo de cultivo ideal para su asentamiento y crecimiento.
En detrimento, ésto conlleva una cierta domesticación y acostumbramiento a vehículos, personas o máquinas entre otros, que no beneficia para nada los lances cinegéticos que esperamos de la especie, como tampoco beneficia a la imagen de la caza y los cazadores el que practiquemos nuestra afición sobre animales a los que las sociedades actuales, urbanitas y conservacionistas de salón están cada vez más acostumbrados.
Ante esta situación y como en tantas otras solo queda disfrutar de los animales que, por suerte, aún mantienen comportamientos y hábitats silvestres y probablemente plantearnos en que estamos convirtiendo nuestros ecosistemas y, sobre todo, hasta donde queremos llegar. Quizás no sea la caza la fuente de todos los males como algunos quieren hacernos pensar.