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Tórtolas en el agua
Actualidad

Tórtola común, cazar o no cazar

¿Es esa la cuestión?

14 August 2015

Llega el mes de agosto y con él la media veda, tiempo de albas y crepúsculos, maraños y rastrojos y, sobre todo, muestras inolvidables y lances, pero por desgracia, cada vez más escasos.

Si analizamos la tendencia en los últimos años de las especies cazables durante este periodo y en especial la codorniz y la tórtola común, nos daremos cuenta de que nos encontramos ante un descenso sostenido y prolongado que no parece tocar techo. Año tras año asistimos a una media veda cada vez más escasa en cuanto a densidad de especies y piezas abatidas en estas dos especies, sobre todo la tórtola, declarada ave del año 2015 por la Sociedad Española de Ornitología y con las poblaciones europeas cada vez más comprometidas.

Esta situación ha abierto un debate en relación con la conveniencia o no de establecer una moratoria en la caza de la especie, algo que las asociaciones ecologistas consideran imprescindible para su recuperación, mientras que los cazadores pensamos que no radica ahí la solución. Sin embargo, un debate no debe enrocarse en una postura sin criterio ni reflexión sino todo lo contrario, en un diálogo que permita acercar puntos de vista, llegar a acuerdos y, sobre todo, buscar las causas que están generando esta situación para poder consensuar un plan de acción estratégico que por el bien de todos consiga revertirla. Si no fuese así y el debate sólo se basa en “radicalismos” seguramente una vez más los cazadores tengamos mucho más que perder, puesto que la capacidad de transmisión de mensajes por parte de entidades ecologistas a la sociedad actual y a los estamentos políticos es evidentemente mejor. El sector cinegético sigue sin tener un estamento claro de representación que alce una voz única, comprometida y común en defensa de la caza. Ojalá esto cambie en el futuro.

¿Qué ocurre con las tórtolas europeas y las codornices?

Como sucede con otras aves que comparten hábitats esteparios, como la propia perdiz roja, son numerosas las causas que están provocando el declive de sus poblaciones, aunque podríamos generalizarlas casi en una sola: una agricultura cada vez más intensiva y modernizada. Cierto es que los agricultores y ganaderos “tienen que alimentar al mundo”, pero nos encontramos ante una industria donde la producción prima por encima de todo lo demás, sin tener en cuenta que en este caso la “fabricación” se realiza al aire libre, en espacios integrados por muchos otros participantes y no dentro de una nave. Además, esos productos obtenidos son además alimentos que nosotros consumimos directa o indirectamente.

Esa intensificación de la agricultura sufrida durante las últimas décadas en la Península Ibérica ha desencadenado cambios radicales en hábitats que antaño se componían de pequeñas o medianas parcelas, donde se producían cultivos diversos, intercaladas de bosquetes y linderos donde las tórtolas encontraban refugio y alimento. En el momento actual muchos de esos entornos se han convertido en solares de monocultivos intensivos sin refugio y en muchos momentos del año sin alimento.

De la mano de esos monocultivos y el avance de los tiempos ha mejorado enormemente la eficiencia de la maquinaria agrícola, capaz de labrar, sembrar o cosechar cientos de hectáreas en pocas jornadas, provocando cambios radicales del entorno en cortos periodos de tiempo, lo que obliga a las especies a desplazarse en busca de refugio y alimento con el riesgo que eso supone, entre otros factores, de ser depredadas.
Por otro lado, hace algunos años, los agricultores utilizaban en sus parcelas aquellos cultivos que mejor se adaptaban al entorno, muchas veces procedentes de semillas autóctonas, resistentes a plagas, sequías y enfermedades y de elección no condicionada tan directamente como en el momento actual por ayudas o mercados internacionales. En la actualidad la Política Agraria Común manda sobre el resto y eso hace que terrenos aptos para girasol se siembre con colza o cebada y otros mejores para el centeno se siembren con soja o maíz, reduciéndose muchas temporadas las superficies de productos como el propio girasol tan beneficioso para tórtolas o codornices como para otras especies cinegéticas, simplemente porque no se subvenciona.

La necesidad de competir en cuanto al volumen de producción obliga al uso masivo y muchas veces abusivo de abonos inorgánicos de aspecto similar a los granos consumidos por las especies, cuando no se utilizan semillas blindadas (recubiertas de sustancias químicas que favorecen su germinación) de demostrada toxicidad para aves y mamíferos que las consumen.

El coctel se completa con el empleo sistemático de potentes herbicidas y plaguicidas que merman aún más la biodiversidad de los monocultivos, reducen el alimento disponible y, sobre todo, pueden ser perjudiciales para la fauna, quizás no con efectos directos que causen una mortalidad inmediata pero si con otros a medio y largo plazo que repercuten en una menor capacidad reproductiva, reduciendo el número de huevos por puesta y la viabilidad de los mismos, de efecto directo en la demostrada regresión de las poblaciones.

También es necesario indicar que el clima está cambiando cada vez más rápido, se suceden olas de calor y sequías prolongadas que hacen que las tórtolas y sobre todo las codornices se concentren en zonas más frescas, de mayor altitud, abandonando antes las zonas de nidificación tradicional, lo que hace que también su eficacia reproductiva se vea comprometida. Hay publicaciones recientes como la realizada por Buruaga y colaboradores en 2012 que analizan el uso del hábitat de las zonas de cría y su relación con el estado de conservación de la tórtola en el norte de España que muestran estos hechos.

Otras causas

Como especies migratorias que son, no podemos olvidar los cambios que se están produciendo desde hace años en el norte de África, zona de invernada de estas aves, con el desarrollo de zonas de regadío que favorece que haya grupos que no completen la migración hasta la Península Ibérica. A su vez, se ha producido una eliminación de áreas forestales de acacias, hábitat de elección para las tórtolas europeas y tiradas masivas en periodos críticos como la reproducción.

No debemos olvidar el papel que juega la tórtola turca, como especie competidora por territorios y alimento con la europea y que ha conseguido desplazarla de zonas óptimas en los últimos años.

¿Qué ocurre con la caza?

Por desgracia la actividad cinegética es la única que permite controlar de forma directa y objetiva el número de ejemplares extraídos de una población de animales mediante las perchas de caza, datos que por otro lado, resultan una herramienta indispensables para extraer conclusiones en relación con la biología, ecología y tendencias de las especies cinegéticas y que muchas veces son casi los únicos de los que disponen los investigadores.

Esto hace que cuando una especie presenta evoluciones negativas en sus poblaciones la primera idea que les pasa a algunos “no cazadores” por la cabeza es directamente eliminar la actividad que “mata animales” para que las poblaciones se recuperen. Esto es una verdad a medias y probablemente en este caso concreto muy alejada de la solución real a los problemas de la tórtola que, como hemos visto, se encuentran muy directamente relacionados con el hábitat y el papel que juega en él la actividad agrícola.

Esta actividad en ocasiones favorece la concentración de muchos animales en puntos concretos que son aprovechados para llevar a cabo modalidades de caza “masivas” que desde luego tampoco son sostenibles en el momento actual. Por ejemplo cuando en un coto plagado de monocultivos de cereal alguien siembra una parcela de girasol, las tórtolas acudirán a ella en grandes bandos, como cuando el calor aprieta y la sequía se manifiesta con toda su intensidad, siendo entonces los escasos puntos de agua que existan en el entorno los puntos clave.

No debemos olvidar tampoco que tradicionalmente la caza de tórtolas en amplios territorios se ha fundamentado en el aprovechamiento en “cebaderos”, puntos en los que se suministra alimento durante ciertas épocas del año en el que escasea, provocando elevadas concentraciones de animales que son abatidos durante su entrada o salida de ellos, sin cupos y con muy escaso control. En este sentido un reciente estudio publicado este mismo año por Rocha y colaboradores analiza el efecto de esta suplementación en las poblaciones de tórtola, teniendo en cuenta también que estos puntos se asocian a la actividad cinegética. El trabajo concluye que la alimentación suplementaria en épocas estivales es favorable para las poblaciones de tórtola europea puesto que parece favorecer un incremento en las tasas de reproducción cuando el suministro es abundante y se produce desde finales de primavera. No obstante, al asociarse a terrenos cinegéticos, en aquellos cotos que los usan el número de capturas también se incrementa notablemente en comparación con los que no los emplean, de modo que los autores indican que habría que analizar los pros y los contras para tratar de alcanzar un equilibrio que garantice la sostenibildad.

En conclusión

A la vista del análisis realizado podríamos concluir que la situación es compleja, si bien la recuperación de la especie pasa directamente por el empleo de prácticas agrícolas más respetuosas con el entorno, que reduzcan el empleo de sustancias químicas y favorezcan la diversificación de cultivos, aspectos recogidos en la nueva estrategia de la Política Agraria Común que ahora comienza.

Por otro lado, la caza debe ser gestionada con modelos diferentes a los que tradicionalmente se han venido realizando, al menos en lo que respecta a modalidades que se caracterizan por las capturas masivas, como el empleo de cebaderos, puesto que, por desgracia, la situación de la especie no permite asumir este tipo de aprovechamientos en el momento actual.

En ese sentido, el establecimiento de cupos, la regulación de las fechas hábiles y las mejoras de hábitat específicas entre otros contribuirán sin duda a la recuperación de la especie y también a que la sociedad perciba de manera más cercana el papel de una actividad imprescindible para la conservación como es la caza.

Artículo original publicado por el Equipo Técnico de Ciencia y Caza en la Revista Caza y Safaris en su número de Agosto de 2015

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