Los últimos y fatales accidentes de caza que han sido noticia en las ultimas fechas, han provocado que muchos cazadores den la alarma sobre la falta de control y seguridad en los espacios cinegéticos, denunciando cómo en algunas de nuestras sierras se están dando las condiciones propicias para que se produzcan accidentes. Desde todos los ámbitos ya han surgido voces pidiendo acciones que aseguren la protección de todos los participantes en las monterías y otras modalidades cinegéticas.
Ahora que nos encontramos a las puertas de un nuevo fin de semana cinegético no queremos dejar pasar la oportunidad de realizar algunas reflexiones y consejos al respecto.
No se puede negar que la práctica de la caza, al igual que otras muchas actividades realizadas por el hombre en el medio natural, está sujeta a la aceptación de ciertos riesgos. Pero ello no es óbice para que obviemos una serie de precauciones y medidas de seguridad que siempre debemos tener muy presentes a la hora de salir al monte. Nadie puede bajar la guardia, orgánicas, monteros, batidores y rehaleros o la propia Administración deben incentivar la puesta en marcha de campañas que fomenten la consecución de un mayor grado de seguridad, vigilancia y formación de los participantes en cualquier actividad cinegética colectiva.
La protección y seguridad de todos los participantes en estas acciones debe ser algo básico y fundamental. En este aspecto nadie puede distraerse porque las imprudencias, el desprecio al otro y la falta de disciplina suelen pagarse muy caro, como lamentablemente hemos podido comprobar en fechas recientes. Aunque un accidente es eso, un accidente, en el caso concreto de la caza suele estar precedido en muchas ocasiones por un cúmulo de circunstancias que pueden provocar un daño físico irreparable en la vida de terceras personas. No debemos escudarnos únicamente en la mala suerte, el imponderable de turno o la desgracia natural, ya que, generalmente, el cóctel de mala suerte, negligencia e irresponsabilidad es el que propicia victimas seguras.
Sin duda, un papel preponderante para controlar la seguridad en las cacerías colectivas corresponde al capitán de montería o jefe de batida. Su formación en este aspecto resulta clave y fundamental. Debe asegurarse que todo cazador participante esté en posesión de la documentación exigible, incluidos los oportunos seguros necesarios para el ejercicio responsable de la caza.
Asimismo, debe poseer conocimientos en materia de seguridad para ejercer de manera efectiva su función de prevención y alerta de los participantes ante los riesgos que entraña esta actividad. Su comunicación con rehaleros, jefes de armada, postores y cazadores debe ser eficiente en todo momento, resultando extremadamente útiles para esta misión las emisoras, pues a través de ellas se coordinaran las órdenes de comienzo de la montería, la información de la suelta y la recogida de perros, la orden de recoger, descargar las armas y esperar a que el postor ó jefe de la armada nos recoja, etc.
Otra serie de medidas básicas para disfrutar de una jornada de caza mayor segura serían:
• Colocación de carteles anunciadores la montería, tanto para anunciar a terceros su celebración como para evitar que importunen posibles lances.
• Usar siempre chaleco de seguridad, reflectante, naranja o amarillo y hacerse ver con los puestos adyacentes antes de la suelta de rehalas.
• Armas descargadas y enfundadas de camino a los puestos y también al abandonarlos.
• Colocación de los puestos de forma que cada uno tenga muy claro su ángulo de tiro. No disparar en línea de nadie ni hacia la mancha que se está batiendo. Entre ellos no debería existir la posibilidad de alcance por disparo.
• Nunca colocar los puestos de las armadas en zigzag, ni en forma de circulo disparando hacia la mancha rodeada ni tampoco situarlos en las zonas de seguridad.
• No tirar al bulto, identificar perfectamente la pieza de caza y asegurar que la bala se entierra.
• No retirar el seguro del arma hasta el momento inmediatamente anterior al disparo.
• No moverse del puesto señalado y esperar a que nos recoja el postor que colocó nuestra armada.
• No disparar a una pieza lejana que le cumple a otro montero.
En definitiva, no escatimemos esfuerzos en la formación para la seguridad de nuestro capitán de montería y dediquemos siempre un tiempo prudencial a concienciar a los participantes en cacerías colectivas de los riesgos que entraña la actividad, puesto que hablar de seguridad en el monte es hablar de salvar vidas humanas.