La reciente adquisición por parte de la Junta de Castilla y León de 48 toneladas de cereal impregnado con el rodenticida bromadiolona, ha hecho saltar todas las alarmas entre ONG conservacionistas y las Federaciones de Caza y de Galgos de Castilla y León, que recientemente firmaron un manifiesto conjunto en contra de su utilización para combatir la plaga de topillos que se prevé pueda asolar los campos de la Meseta la próxima primavera.
Y no es para menos, desde el verano de 2013 los agricultores Castellanos y Leoneses vienen observando un incremento de las poblaciones de topillo en los campos del corazón de la Comunidad, concretamente en el triángulo que delimita la comarca charra de Peñaranda hasta la segoviana de Cuéllar, pasando por la morañega zona de Arévalo y la pucelana de Tordesillas.
A partir de mediados de otoño, estas voces de alarma también se extendieron hacia algunos términos municipales de la Tierra de Campos de Zamora, Valladolid y León, así como del Cerrato palentino.
El topillo campesino (Microtus arvalis) es un viejo conocido de los agricultores, cazadores y naturalistas de Castilla y León por el infausto recuerdo que dejó la plaga que asoló estos campos en el año 2007 y que se dio por extinguida en mayo de 2008. Pero lo cierto es que el roedor nunca se fue, siempre estuvo ahí. Sus poblaciones se ven sometidas a ciclos de explosión demográfica más o menos regulares que se sitúan en el filo de los cinco años.
Este fenómeno de brotes cíclicos que se presentan cada cierto número de años no es nuevo, ni raro en la naturaleza. Los roedores presentan un potencial de reproducción extraordinario y cuando se producen circunstancias ambientales muy favorables pueden darse explosiones demográficas de sus poblaciones, que aparecerán rápidamente con carácter de plaga.
La vigente Ley de Plagas permite la utilización de rodenticidas en caso de proliferación alarmante de roedores, hecho que se produjo en los meses de mayo y julio de 2007 en los campos de Castilla y León, cuando la premura de actuación impuesta por la lógica presión de los agricultores sobre políticos y técnicos, derramó miles de toneladas de clorofacinona y bromadiolona directamente sobre los campos sembrados.
La plaga declinó, ayudada también por la acción de sus predadores y las condiciones climatológicas adversas otoñales e invernales, pero el efecto secundario sobre otras especies todavía se sigue notando, caso de la liebre ibérica o la propia perdiz roja, sin olvidar otras especies catalogadas como muchos fringílidos.
No hay datos oficiales, pero es más que evidente que aquellas toneladas de rodenticidas tuvieron efectos muy perjudiciales sobre algunas especies cinegéticas como liebres, palomas, perdices o conejos que pudieron entrar en contacto directo con el cebo y también sobre aves rapaces, mamíferos carnívoros y cualquier animal que posteriormente pudo consumir presas o carroña que previamente habían ingerido dicho cebo. La propia Administración regional recomendó en su día que no se consumiera ninguna de las especies cinegéticas que se abaten en la media veda, enviado cartas a las mismas asociaciones de cazadores y propietarios de cotos de caza.
Esperemos ser capaces de no volver a caer en los mismos errores y aprender de lo ya sucedido, aunque por desgracia ya se sabe "el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra"