No nos cansamos de leer noticias en las que, desgraciadamente, se recogen accidentes causados por especies cinegéticas en carreteras de diversa índole, desde vías locales hasta grandes autopistas distribuidas por toda la geografía española.
Todo esto supone una lacra que está haciendo que muchos cotos sociales se encuentren al borde de la quiebra porque las aseguradoras son cada vez más reacias a asegurarlos o, si lo hacen, piden importes insostenibles. Por desgracia siempre que se produce un accidente al que se le cargan todas las culpas, independientemente de otras circunstancias, es al coto que limita con la vía afectada. Parece que en una sociedad en la que habitualmente se rechaza la práctica cinegética es más fácil imputar al cazador que al conductor o a la propia administración.
¿Qué está pasando? ¿Por qué casi siempre se hace responsable al cazador sin tener en cuenta otros condicionantes? Son cuestiones cuya respuesta no resulta fácil y, sin embargo, cuando los conflictos llegan a los tribunales los jueces de prácticamente todo el país se inclinan por imputar a los cazadores con un criterio común. A pesar de que las leyes casi siempre resultan ambiguas, en este aspecto todos lo tienen bastante claro, porque suele haber vacíos legales o normas que permiten un cierto margen de interpretación.
Se abrió una ventana a la esperanza con la publicación de la última ley de tráfico y seguridad vial, en la que se recogía que la responsabilidad no sería de los cazadores cuando el accidente no fuese consecuencia de una acción directa de caza (por ejemplo, animales obligados a moverse por la celebración de una montería. En general se aplica de forma práctica que en los días de caza la culpa es del cazador salvo que se acredite un aprovechamiento diligente del acotado, un concepto ambiguo, difícil de justificar ante un juez y que encuentra grandes limitaciones, tanto económicas, como sociales o incluso administrativas. En resumen, a pesar de estos matices, la culpa se sigue atribuyendo a los cotos y ¡ya está bien!. Por ejemplo, sorprendentemente, hace pocas fechas un coto de León fue inculpado por un accidente en una autovía y la juez resolvía que no se pusieron los medios necesarios para que el animal no entrase en la mencionada vía (a pesar de que se trata de carreteras valladas y el responsable de las vallas es el Ministerio) y que no se acreditaba un aprovechamiento diligente.
¿Qué podemos hacer?
Por un lado es fundamental presionar para que la normativa se aclare, deje poco margen a la interpretación y se considere al cazador como se merece. Esto solo se puede conseguir con unión, un criterio común y la actuación seria de un interlocutor con peso suficiente como podría ser la Federación, la Oficina Nacional de la Caza o Aproca. Además, quizás sea la hora ya de presionar a las aseguradoras y exigir un servicio comprometido a un sector de gran importancia y que, año tras año, le genera grandes beneficios. ¡Ya está bien!
Por otro lado, si se produce un accidente en nuestro coto es fundamental contar con una buena defensa jurídica experta en aspectos cinegéticos que entienda la situación e incida en factores determinantes como la conservación de la propia vía, el atestado de la guardia civil, si se recuperó o no el animal, el punto kilométrico, el cumplimiento de las normas por parte del conductor, si era día hábil de caza o si había una montería o gancho en nuestro coto o en el vecino. También deberemos prestar especial atención a alguna otra actuación como obras del AVE, otras autopistas, cortas o incendios que pudieran ser responsables del movimiento de los animales y no la propia acción de cazar, circunstancias en las que la responsabilidad probablemente cambiaría. ¡Ya está bien!
Además, tenemos que ser capaces de justificar fehacientemente la "conservación diligente del acotado" y eso se consigue gestionando, teniendo toda la documentación del coto en regla (plan cinegético, adecuación de terrenos...) contando con un plan de mejora, archivando todas las solicitudes realizadas a la administración para aguardos, esperas, ganchos, batidas y señalizando bien. Si se puede, hay que contar con un guarda particular y un gestor cinegético que pueda declarar en nuestro favor si es necesario e incluso certificando las actuaciones que se llevan a cabo a lo largo del año, que para eso se hacen. ¡Ya está bien!