Los efectos que los sistemas de producción inducen en las perdices siguen levantando polémica, pero éste es un tema que “colea” desde hace tiempo.
Hoy recordamos uno de los primero artículos publicados al respecto que se preguntaba, “¿por qué las perdices de granja sobreviven tan mal en las sueltas?”
El trabajo, firmado por Csermely y colaboradores, estudiaron cómo afectaba en la respuesta de huida de la perdiz roja a los dos meses de edad, el hecho de haber tenido contacto visual con el hombre durante las primeras 48 horas tras el nacimiento.
Así, los autores utilizaron cuatro tipos de perdices;
a) Perdices sin contacto visual con el hombre desde el nacimiento.
b) Perdices sin contacto visual con el hombre durante las primeras 48 horas de vida pero luego con contacto.
c) Perdices con contacto visual sólo durante las primeras 48 horas de vida.
d) Perdices con contacto visual sin interrupción desde el nacimiento. A los dos meses de edad, las perdices eran sometidas de forma individual a un test de huída.
Previamente a la realización del test, cada perdiz pasaba un período de aclimatación en una jaula que comunicaba con un voladero y, cuando la perdiz estaba tranquila, el investigador se hacía visible a una distancia de 15 metros, registrando la distancia de huída, entendida como la distancia desde la jaula hasta que la perdiz se detenía.
Aunque todas las perdices identificaron al investigador y huyeron, se registraron importantes diferencias entre los grupos. Así, las distancias fueron importantes en los grupos b (580 metros) y a (461 metros), mientras que en d (280 metros), fueron más bien reducidas. El grupo c mostró un valor elevado aunque intermedio (413 metros).
Teniendo en cuenta los resultados, aquellos grupos de perdices que no habían tenido contacto las primeras 48 horas de vida fueron las que más se espantaron ante la presencia humana y resulta interesante ver cómo la distancia de huida fue mayor incluso en el grupo b, que sí tuvo contacto con el ser humano tras las primeras 48 horas.
De este modo se puede concluir que las primeras 48 horas parecen ser determinantes para que los perdigones identifiquen al ser humano como un riesgo potencial, estableciendo una distancia de huida adecuada.
En consecuencia, los sistemas de producción deberían evitar el contacto temprano de los perdigones o pollos con los seres humanos para no sólo preservar su instinto de huida, sino que éste sea el adecuado para preservar la “bravura” requerida en el campo.
Esto también es de utilidad para aquellos nidos que tengamos "controlados" en el campo. Es esencial vigilar y proteger a nuestras perdices mientras incuban y sacan sus polladas, pero sin abusar de acercamientos excesivos, sobre todo los primeros días tras la eclosión.
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Referencia del trabajo
CSERMELY, D., MAINARDI, D., SPANÓ, S. “Escape-reaction of captive young red-legged partridges (Alectoris rufa) reared with or without visual contact with man”. Applied Animal Ethology. 1983, vol. 11; p. 177-182.