Sobre nuestras perdices circulan muchos comentarios en torno al comportamiento de adopción, es decir, la posibilidad de que un adulto adopte como propio un perdigón que no es suyo.
Este fenómeno es frecuentemente citado por criadores de perdiz y aficionados al reclamo y de hecho, muchos gestores mencionan la posibilidad de realizar repoblaciones añadiendo perdigones en los bandos autóctonos, si bien ningún estudio científico ha confirmado esta posibilidad en el campo.
Un estudio firmado por el Grupo de Investigación sobre Especies Cinegéticas de la Facultad de Veterinaria de León, origen de Ciencia y Caza, investigó este comportamiento en perdices silvestres y de granja en lo que se denomina “sistemas de producción semi-natural”, basados en la utilización de grandes jaulones en los que las perdices pueden poner e incubar sus propios perdigones.
Los autores estudiaron el comportamiento de adopción en perdices adultas (mayores de 10 meses) procedentes de granja y capturadas en el campo a lo largo de varios años. Se utilizaron tanto parejas como individuos “solteros” (no emparejados) de ambas líneas.
En cada intento, se añadieron perdigones de un día nacidos mediante incubación artificial, controlando el comportamiento de los adultos y perdigones. En el caso de las perdices que no habían tenido descendencia se añadieron 10 perdigones y fueron cinco los que se ofrecieron a las perdices que sí tenían pollada.
En el caso de las perdices de granja, ninguna de las 35 parejas alojadas en los jaulones incubó su propia pollada, adoptando perdigones cinco de ellas. De 35 hembras y 35 machos solteros utilizados de esta línea genética, cuatro y tres adultos adoptaron respectivamente.
En las perdices silvestres la situación cambió, dado que pudo investigarse el comportamiento en 29 parejas de perdices que criaron su propia pollada, adoptando la mayoría de ellas (>90%), mientras que en 13 y 14 hembras y machos solteros tan sólo adoptó un macho. En las parejas con sus propios perdigones se realizó un segundo intento una semana después en el caso de que sí hubieran adoptado, añadiendo otros cinco perdigones.
Teniendo en cuenta todas las adopciones, cuatro semanas después de haberse introducido los perdigones el tamaño de la pollada se había incrementado en más de cuatro pollos.
Este estudio confirma que la perdiz roja adopta perdigones no propios, pero este comportamiento parece estar muy relacionado con la existencia de perdigones propios y por ende el estado hormonal de las perdices.
No obstante, los autores sugieren que la adopción por parte de adultos solteros y aquellas parejas que no han tenido descendencia, aunque minoritaria, podría deberse a una clara estrategia de supervivencia de la especie. Además, advierten que a los perdigones procedentes de incubación artificial parece “costarles” identificar a sus progenitores adoptivos y que la no adopción puede incluso resultar en la agresión por parte de los adultos. También se sugiere la posibilidad futura de aplicar esta técnica en el campo, tal y como se hace en la perdiz pardilla.
Este estudio abre posibilidades en el desarrollo de nuevas técnicas de repoblación y recuperación de las poblaciones silvestres de perdiz roja, ya que en otras especies cercanas es sabido que aquellos animales que son criados con adultos, sean propios o adoptivos, se comportan de mejor manera que los criados en granja.
Referencia del trabajo
Sánchez-García, C., Alonso, M.E., Pérez, J.A., Rodríguez, P.L. y Gaudioso, V.R. (2011) Comparing fostering success between wild-caught and game farm bred captive red-legged partridges (Alectoris rufa, L). Applied Animal Behaviour Science. vol. 133, pp. 70-77