Con septiembre finaliza el verano, pero comienza un periodo apasionante, la berrea del ciervo, una época en el que el monte cuenta con un ajetreo especial, motivado por los grandes venados que ocupan su tiempo en crear su harén de hembras, defender su territorio y perpetuar la especie.
Desde un punto de vista biológico se inicia un tiempo marcado por la reproducción del ciervo ibérico, mientras que, desde un punto de vista cinegético, comienza una gran oportunidad para mejorar, consolidar o recuperar una especie emblema de la caza mayor.
El inicio de la berrea depende fundamentalmente del fotoperiodo negativo, esto es, al descenso de la duración de las horas de luz, de ahí que la época siempre sea la misma, aunque varíe según la latitud en la que nos encontremos. Vendrá también marcado por las condiciones ambientales, asociadas a bajadas de temperatura e incremento de las precipitaciones y de la humedad ambiental, de modo que si el verano se prolonga con temperaturas elevadas y ausencia de precipitaciones la berrea puede retrasarse varios días e incluso acortarse en el tiempo.
Por otro lado, se establece una correlación directa entre las condiciones ambientales de los meses previos, sobre todo del final del invierno y la primavera, con la calidad e intensidad de la berrea, porque influyen sobre la disponibilidad de alimento y, por tanto, sobre el desarrollo de las cuernas y el estado corporal de los animales.
No debemos olvidar que, tal y como recoge un trabajo publicado por Gaspar-López y colaboradores en 2008, el desarrollo de la cuerna se produce en torno a unos 158 días y dependerá de forma directa de la velocidad con la que los venados sean capaces de recuperar su condición corporal tras la berrea del año anterior y, por tanto, de la disponibilidad de recursos durante el invierno y comienzo de primavera.
Conocidos estos datos, conviene pararse a pensar en los numerosos aspectos que pueden condicionar el inicio de la berrea a lo largo y ancho de la geografía española, y las repercusiones que esto puede tener en la siguiente generación, Ello nos obligará a tenerlos siempre muy presentes y gestionarlos adecuadamente para que los resultados sean óptimos.
Por ejemplo, tiene gran interés garantizar la presencia de alimento de calidad durante la primavera y el verano para conseguir una buena berrea y, por supuesto, también una buena calidad de trofeos. No olvidemos gestionar la disponibilidad de agua durante esos meses más calurosos, que debe estar siempre presente y contar con buenas condiciones sanitarias.
Las enfermedades son, sin duda, un factor determinante en la berrea y en la reproducción del ciervo. Procesos infecciosos, como tuberculosis, brucelosis y pasterelosis, o parasitarios (tanto externos como internos) no sólo repercutirán directamente en la actividad reproductiva de los animales, sino que secundariamente empeorarán su condición corporal y, por tanto, serán muy negativos para el desarrollo de las montas. Una buena gestión sanitaria y control veterinario de nuestros venados repercutirá positivamente en sus poblaciones.
En lo que a la caza se refiere, la berrea se asocia inevitablemente a una modalidad cinegética ancestral, selectiva y de gran belleza, que permite abatir a los mejores machos y satisfacer a los que la practican. Sin embargo, conviene también tener en cuenta algunas reflexiones que, de no ser consideradas, pueden generar un deterioro progresivo de las poblaciones de venados en nuestras fincas y cotos. Entre ellas destacan las fechas de caza, o el aprovechamiento de animales selectivos, entre otras.
En cuanto a las fechas de caza del ciervo en berrea, debemos adecuarlas a las condiciones ambientales y, por tanto, a la evolución de la propia berrea en el territorio a gestionar, de manera que la retrasemos en lo posible para que los grandes venados objetivo de nuestros rifles, hayan tenido ya la oportunidad de contribuir con varias montas a la herencia genética de la generación venidera.
Inicialmente se recomienda ejercer presión sobre animales selectivos, con taras o problemas, minimizando así el riesgo de alguna monta descuidada que pueda perjudicar la herencia genética de nuestra población de ciervos.
De este modo, junto con la propia selección natural, aceleraremos la mejora de nuestras poblaciones. Cuando esto no se tiene en cuenta lo que estaremos provocando es un deterioro involuntario pero progresivo de las poblaciones, con un empeoramiento en la calidad de sus trofeos.
Esta gestión será especialmente importante en poblaciones aún poco consolidadas, donde todavía son escasos los animales sobresalientes y, por tanto, eliminar alguno de ellos va a suponer una importante pérdida para el grupo.