El corzo, como tantos otros cérvidos, está sujeto a un sistema de reproducción ciertamente complejo: el macho copula con varias hembras y defiende un territorio frente a otros machos competidores. Esto genera muchas interacciones entre distintos machos que intentan “conquistar” nuevos territorios y hacerse con las hembras.
En otras especies, como los ciervos, se han realizado investigaciones sobre la agresividad de los machos, pero en el corzo sigue siendo un aspecto poco conocido y sigue sin saberse qué factores están implicados en este comportamiento.
Un trabajo realizado por Hoem y colaboradores en Noruega, analizó la agresividad de los machos de corzo en función de su edad, tamaño de cuerna, presencia de otros individuos y estatus de cada animal. Todos estos factores se relacionaron la agresividad de la pelea y el resultado de la misma.
Los autores observaron 139 comportamientos agresivos entre machos de marzo a agosto, época en la que los corzos muestran gran territorialidad.
La mayor parte de las peleas no fueron muy intensas y solamente se registró contacto físico entre machos dominantes.
La intensidad de estas peleas se vio afectada por el tamaño de la cuerna, de modo que cuanto menor era la diferencia de cuernas mayor era la intensidad de la pelea.
Los machos dominantes residentes en el territorio ganaron en un 81% de las peleas y los que perdían o “empataban” eran generalmente de menor edad y de menor tamaño de cuerna, siendo en estos casos la intensidad de las peleas mayor.
Los autores apuntan que incluso cuando los individuos dominantes perdían no se observaba una pérdida de territorio.
Desde un punto de vista práctico y pensando en la gestión de la especie, la observación de estas peleas en el campo debe hacernos reflexionar sobre el tipo de población corcera que tenemos en nuestro coto.
Peleas con mucha agresividad y contacto físico nos podrían indicar la existencia de machos territoriales con poca diferencia de tamaño de cuernas y quizás de edad.
Por lo contrario, la no observación de estas peleas o bien peleas “suaves” podrían decir que los machos dominantes no tienen quien les haga sombra, aunque como siempre estas conclusiones deben de tomarse después de pisar mucho, mucho campo.
Referencia del trabajo
Hoem, S. A., Melis, C., Linnell, J. D., & Andersen, R. (2007). Fighting behaviour in territorial male roe deer Capreolus capreolus: the effects of antler size and residence. European Journal of Wildlife Research, 53(1), 1-8.