Hace pocos días hemos conocido una noticia en la que se indicaba que la Comunidad de Madrid sacrificaba 29.000 conejos de monte para combatir la leishmaniasis en este territorio, donde se han producido ya más de medio millar de casos en personas.
Ya en 2013 publicamos una nota en relación con la confirmación del papel de la liebre ibérica como como reservorio de Leishmania infantum en un brote de la enfermedad que afectó a esta misma Comunidad como se puede leer en el siguiente enlace.
Hasta el descubrimiento de liebres infectadas, ningún estudio había proporcionado pruebas claras de la existencia de cualquier reservorio importante aparte de los perros domésticos.
Pues bien, un estudio publicado en 2014, en el que se analizaron 150 conejos de monte de una zona endémica de leishmaniasis canina en el sureste de España, puso de manifiesto que dicha especie también puede considerarse como un reservorio importante de Leishmania infantum.
Tras tomar muestras de sangre, médula ósea, hígado, bazo, corazón y piel y ser analizadas mediante técnicas de parasitología, serológicas y moleculares con el fin de detectar Leishmania y Trypanosoma, obtuvieron que el 20,7% de los conejos estaban infectados por Leishmania infantum y el 82,4% por Trypanosoma nabiasi, además de un 14,8 % de infecciones mixtas.
Ambos parásitos se encontraron en todos los órganos de los animales analizados, un factor que, junto con la presencia de reacciones serológicas cruzadas, hay que tener muy en cuenta en los estudios epidemiológicos de la leishmaniasis.
El conejo de monte es una especie con un promedio de vida lo suficientemente largo como para permitir la transmisión de Leishmania infantum. La presencia del parásito en la piel y la sangre de estos conejos sin ninguna manifestación aguda de la enfermedad asegura su contacto con el vector, que encuentra en sus madrigueras un biotopo adecuado para habitar.
En definitiva, aunque el conejo no manifiesta la forma agua de la enfermedad, si parece satisfacer la mayor parte de las condiciones para ser considerado como un reservorio importante de Leishmania infantum, con el agravante de que cuando aparecen superpoblaciones de la especie, el riesgo se incrementa, de ahí que las autoridades tengan que tomar medidas como ha ocurrido en la Comunidad de Madrid.
No debemos olvidar en todo caso que el riesgo de contagio cuando se manipulan con las debidas precauciones este tipo de animales es escaso puesto que el ciclo de Leishmania requiere la presencia de un mosquito que actúe como transmisor entre el animal portador y el animal o la persona sana, por lo que es necesario no crear alertas innecesarias y simplemente cononcer la dimensión y alcance del problema sin sensacionalismos.
Referencia del artículo:
Díaz-Sáez V, Merino-Espinosa G, Morales-Yuste M, Corpas-López V, Pratlong F, Morillas-Márquez F, Martín-Sánchez J. High rates of Leishmania infantum and Trypanosoma nabiasi infection in wild rabbits (Oryctolagus cuniculus) in sympatric and syntrophic conditions in an endemic canine leishmaniasis area: Epidemiological consequences. Vet Parasitol. 2014 Apr 4.